En México, las desapariciones forzadas del pasado siguen recordándose en el presente. Durante la Guerra sucia suscitada de 1960 hasta la década de 1980, cientos de personas, incluyendo menores de edad, desaparecieron o, mejor dicho, fueron desaparecidas por autoridades mexicanas o por grupos paramilitares actuando bajo completo conocimiento del Estado.
Además del estado de Guerrero, en el que se registró el mayor número de desapariciones, Michoacán fue una de las entidades federativas donde más se llevó a cabo esta sucia práctica. Tal es el caso de la familia Guzmán Cruz, de la comunidad indígena purhépecha de Tarejero, en el norte de Michoacán. Entre los años 1974 y 1976, José de Jesús Guzmán Jiménez, padre, y cuatro de sus hijos, Amafer, Solón Adenauer, Venustiano y Armando Guzmán Cruz, fueron detenidos y posteriormente, desaparecidos. Dos de ellos eran menores de edad: Solón tenía 17 años y Venustiano apenas 15. A 37 años de estos terribles hechos, sus familiares no los olvidan y continúan exigiendo justicia.
Amafer y Armando formaban parte del Movimiento de Acción Revolucionario (MAR). Por este motivo, José de Jesús y Solón fueron desaparecidos en Tarejero, pues ésta era una táctica usada por el gobierno para tomar como rehenes a familiares de aquellos que consideraba “subversivos”. Junto a ellos, también fueron detenidos y desaparecidos José Luis Cruz Flores, originario de Zacapu, Michoacán, y José Luis Cruz Espinoza, ambos primos de los Guzmán Cruz. Corrieron con la misma suerte Doroteo Santiago Ramírez, maestro, y Rafael Chávez Rosas. Al momento de ser detenidos, Venustiano, de 15 años, logró escapar; sin embargo a los 2 años, fue detenido y desaparecido en Guerrero. Hasta la fecha, sus familiares no saben si ellos siguen vivos o si han muerto, como ocurre en la gran mayoría sino en todos los casos de desapariciones.
Desde principios de 1970, el Ejército mexicano y la policía estatal, reprimían sistemáticamente a la familia y a todo el poblado, lo cual ocasionaba fricciones entre la comunidad, quien culpaba a los Guzmán Cruz de los desagravios que sufría en manos de estas autoridades. Por este motivo, una vez detenido-desaparecido José de Jesús, su esposa decide salir de la comunidad junto con sus hijas y su hijo menor.
La familia tardó mucho tiempo en volver a acercarse a la comunidad. Sin embargo, desde hace 11 años, la comunidad entera de Tarejero los recuerda todos los meses de julio, en una celebración por demás emotiva y solemne. Hace unos días, tuve la oportunidad de compartir con esta comunidad purhépecha el acto en el que recuerdan combativamente a sus “mártires de la democracia”. El cabildo de Tarejero nombró hace dos años al 23 de julio como el día de los mártires de la democracia, para conmemorar a los hombres que han luchado por alcanzar cambios sociales.
Entre rituales indígenas y costumbres occidentales nos recibieron a la entrada del pueblo bajo un fuerte sol. Las mujeres indígenas de Tarejero comenzaron un rito de purificación en lengua purhépecha, traducido a la par al español. Se nos entregó a los y las invitados e invitadas, regalos de bienvenida simbolizados en collares de fruta y pan, como una manera de agradecernos el querer compartir con su comunidad este importante y emotivo evento. Al terminar el rito, nos dirigimos en procesión hacia el centro del pueblo. Llegamos hasta la cancha de básquetbol techada que se encontraba previamente preparada para la ocasión. “Vivos se los llevaron, vivos los queremos” rezaba una pancarta con las fotografías de José de Jesús, Amafer, Solón Adenauer, Venustiano y Armando, en la que claramente se podía distinguir que a excepción del padre, todos eran unos “chavitos” al momento de ser víctimas de desaparición forzada.
Al son de “Mexicanos al grito de guerra” comenzó el acto al que asistieron representantes del municipio así como el Subsecretario de gobierno de Leonel Godoy Rangel, Gobernador del Estado de Michoacán, organizaciones de la sociedad civil que acompañan a las víctimas, como lo son el Centro Prodh, la Asociación de Familiares de Detenidos Desaparecidos y Víctimas de Violaciones de Derechos Humanos en México (AFADEM) y la Fundación Diego Lucero, quienes también se hicieron presentes para mostrar su apoyo a la familia Guzmán Cruz y reiterar su solidaridad y compromiso con la comunidad en el tema de los desaparecidos.
En el acto, se recordó a los “mártires” con rituales y danzas purhépechas, así como con discursos combativos. La bandera mexicana desfiló en manos de un grupo de jóvenes; así también la bandera purhépecha, en la que se podía leer el lema de “Juchari Uinapikua” que significa “Nuestra Lucha”, sostenida por las mismas mujeres que llevaron a cabo el rito de purificación. La banda que alguna vez fue formada por José de Jesús interpretó varias canciones y, una vez concluido el evento, volvimos a caminar en procesión hasta la casa de la familia Guzmán Cruz, cargando todas las ofrendas en honor a los desaparecidos.
Con vistas a unos sembradíos de maíz y a un apacible y poco contaminado río, todos y todas degustamos corundas y churipo, platillos típicos de Michoacán, preparados amablemente por un grupo de mujeres mientras la banda seguía interpretando canciones en honor a los “mártires de la democracia” de Tarejero.