Hace unos días, la familia de Jhosivani Guerrero de la Cruz, estudiante de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, recibió una noticia profundamente dolorosa: la identificación genética de una pieza ósea correspondiente a su ser querido desaparecido.
Entre tanto, la nueva identificación trae algo de certidumbre a una de las familias victimizadas y muestra que es posible realizar identificación de restos humanos a través de procedimientos serios y científicos, a pesar del transcurso del tiempo, con acompañamiento de organizaciones civiles dedicadas a la defensa de los derechos humanos; muestra, también, que estos procesos se pueden y deben hacer poniendo en el centro un trato digno a las familias.
Así que es importante repetirlo: es posible tratar con dignidad a los familiares de desaparecidos y es posible dar con la verdad. Estas pautas de trato a las víctimas deben extenderse más allá de Ayotzinapa y estamos lejos de que esto suceda. El Presidente no ha vuelto a reunirse con familiares de personas desaparecidas, la Fiscalía promovió una Ley Orgánica regresiva en el tema, el Sistema Nacional de Búsqueda no termina de contar con los recursos que debe, y las fiscalías locales siguen enfrentando con negligencia su rezago forense.
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