Cuatro mujeres denunciantes de tortura sexual por los hechos del 3 y 4 de mayo de 2006, acudieron al penal de San José El Alto para expresar su solidaridad e intercambiar experiencias con Alberta y Teresa
El día de ayer, martes 13 de abril de 2010, un grupo de mujeres denunciantes de tortura sexual por los hechos ocurridos en el 3 y 4 de mayo de 2006 en Texcoco y San Salvador Atenco visitaron a Alberta Alcántara y a Teresa González, recluidas en el penal de San José el Alto en Querétaro desde agosto de 2006 por la acusación de haber secuestrado a seis personas que en el momento de los hechos eran agentes federales de investigación (AFIS).
La visita se realizó con la intención fundamental de manifestar la solidaridad que las mujeres de Atenco sienten para con Alberta y Teresa, ya que ellas mismas también fueron víctimas de un sistema penal injusto, al ser detenidas ilegal y arbitrariamente en el marco de acciones legítimas de solidaridad y protesta social. A su detención se agregaron la tortura y el sometimiento a un proceso penal en el que les fabricó e imputó falsamente delitos como ataques a las vías de comunicación, secuestro equiparado y delincuencia organizada. En el caso de Alberta y Teresa, también se ha evidenciado la fabricación de pruebas y la imputación de delitos que no existieron, utilizando perversamente el sistema de justicia penal.
Las mujeres denunciantes de tortura recuperaron gradualmente su libertad una vez que mediante diversas acciones jurídicas lograron comprobar su inocencia. Debieron actuar así ante un sistema que presume su culpabilidad previa y erróneamente, como en el caso de Alberta y de Teresa, pero su liberación, ocurrida después de meses o años en algunos casos, no implicó el acceso a la justicia. En este sentido, las mujeres de Atenco continúan denunciando las violaciones a sus derechos humanos, puesto que los agresores permanecen en la impunidad al no ser fincadas responsabilidades de ningún tipo a las autoridades federales y estatales que tomaron parte en el operativo. Similar situación impera también en el caso de las indígenas hñahñús, puesto que los AFIS agresores, así como quienes orquestaron la acusación deleznable, continúan operando con normalidad.
Las múltiples semejanzas del caso de las mujeres hñahñús con el de las mujeres de Atenco, a quienes el Centro Prodh también acompaña en su exigencia de justicia, generó la solidaridad dentro de las personas víctimas del Estado mexicano. Una de estas similitudes tiene que ver con el hecho de que las mujeres de Atenco han sido víctimas de un sistema de justicia que acentúa la discriminación experimentada por razón del género.
Alberta y Teresa fueron detenidas a consecuencia de un operativo irregular realizado por miembros de la desaparecida Agencia Federal de Investigación. En los hechos, ocurridos el 26 de marzo de 2006, Alberta y Teresa se opusieron a la prepotencia de los agentes que pretendían abusar de los comerciantes de un tianguis; ejerciendo sus derechos al solicitarles una identificación que fue negada. Esta actitud fue perseguida y castigada de manera discriminatoria al ser detenidas y acusadas por un secuestro que nunca existió.
Las irregularidades e injusticias en el proceso de Alberta y Teresa son tan graves que ellas deben recuperar a la prontitud su libertad. Recientemente, la Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación atrajo el caso, por lo que deberá de emitir dentro de los próximos meses una resolución favorable a ambas mujeres, además de analizar la discriminación que sufren las personas por razón de genéro, de origen social o económica, y discutir también sobre el uso desproporcionado y perverso de los tipos penales, como el secuestro, para castigar muestras de descontento social.
Con motivo de este encuentro las compañeras de Atenco manifestaron: “Después de la visita nos quedamos con mucho coraje porque nos damos cuenta que la injusticia contra las mujeres no es exclusiva de Atenco. Las mujeres somos víctimas constantes de un aparato de justicia que nos excluye y discrimina. El caso de Alberta y Teresa es un ejemplo muy claro de ello y fue muy grato compartir nuestras experiencias. Al final nos quedamos con la idea de que las afectadas somos más que las mujeres de Atenco y que Alberta y Teresa. En este sentido la lucha continúa para alcanzar no sólo su libertad sino un sistema más justo.”