Por Quetzalcoatl g. Fontanot/Centro Prodh
En el marco de la conmemoración, el día de ayer jueves 20 de febrero, del Día Internacional para la Abolición de la Esclavitud, se dio una nueva acción en busca de justicia para las familias que reclaman el rescate de sus familiares en la mina Pasta de Conchos. La Organización Familia Pasta de Conchos entregó a Gulnara Shahinian, Relatora Especial de la Organización de Naciones Unidas para las Formas Contemporáneas de Esclavitud, información sobre «las condiciones de trabajo indignas, inhumanas e inmorales», según expresan en su comunicado. Estas condiciones prevalecen tanto en los tiros verticales conocidos como pocitos, como en una nueva forma de extracción llamada siniestramente “minitas de arrastre”. Este último, nos informa la Organización Familia Pasta de Conchos, es un modelo traído del Estado de Sonora, en donde desde hace un par de años iniciaron la extracción de carbón.
En la información hecha llegar a la relatora se destaca que, bajo las formas de trabajo antes mencionadas, ha fallecido la mayoría de los 105 mineros caídos durante los 96 meses posteriores al siniestro de Pasta de Conchos. Documentan 297 pocitos en activo y 266 abandonados, según reconoció en 2012 ante la OIT, el gobierno mexicano. Sobre las cuevas o “minitas de arrastre” señalan que al día de hoy se carece de estadística. Se trata de cuevas construidas en las paredes de tajos abandonados con la misma y precaria infraestructura de los pocitos, pero más peligrosas, ya que soportan el peso de la tierra removida y amontonada. El tiro vertical, las cuevas y minitas de arrastre son un modo estructural de extracción de carbón perverso en sí mismo, señala el comunicado de Familia Pasta de Conchos.
Detalles incómodos
Para contextualizar la gravedad de estas formas de trabajo, se aportan datos que documentan la necesidad de que la Relatora Especial de la Organización de Naciones Unidas para las Formas Contemporáneas de Esclavitud intervenga de alguna manera. Por ejemplo, se señala que el riesgo se da independientemente de la profundidad, dado que los mineros no pueden usar el equipo de seguridad (que de todos modos no se les proporciona), pues trabajan agachados en los frentes de trabajo a una altura que va de 50 cm. a 1.5 m. En este contexto, de usar el llamado autorrescatador (auxilio indispensable ante el peligroso gas metano o el humo de incendios), pierden cuando menos 10 cm. de espacio y se pueden atorar a las vigas con las que se soporta el diminuto techo.
Las dificultades a las que se enfrentan complican el uso de otros equipos de protección: por ejemplo si se ponen los tapones para proteger los oídos, no escuchan cuando las vigas se resquebrajan o si se está rompiendo una pared por la presión del agua; si se ponen los lentes para proteger sus ojos, no ven porque el polvo de carbón los empaña; si usan ropa retardante al fuego, el polvo de carbón les roza las ingles y los testículos; si utilizan guantes para proteger sus manos, no pueden maniobrar la pistola neumática; si usaran las caretas a prueba de polvo, simple y sencillamente no podrían respirar porque no existen los ventiladores o son insuficientes o no están conectados y el ambiente se vuelve asfixiante.