Nuestro lugar como defensoras y defensores de derechos humanos

*Crónica

Por Roberto/Educación-Centro Prodh

Celebración de cuerpo presente de Noé Vázquez/ Foto: Centro Prodh

Amatlán de los Reyes, Veracruz.- El pasado sábado viajábamos en un en camión rumbo a Amatlán de los Reyes, a un hora demasiado temprana por mis usos y costumbres (las 5.30 am). Sin embargo, contrariamente a lo que pensaba, no pude dormir…tenía demasiadas cosas en la cabeza. Y me puse a escribir.

Habría preferido recordar a Amatlán sólo como el lugar donde se celebró el X Encuentro del Movimento Mexicano de Afectad@s por las Presas en Defensa de los Ríos (MAPDER). Una fiesta para recordar y celebrar 10 años de luchas dignas de los pueblos para defender sus tierras y territorios, sus hogares y familias pues, frente a las represas que inundan, desarraigan pueblos enteros, contaminan…y matan.

Pero no será así, Amatlán de los Reyes es también el lugar donde el pasado viernes, 2 de agosto, mataron a Noé Vázquez Ortiz, un compañero defensor que luchaba en contra de la construcción de la presa El Naranjal, que afectaría a cinco municipios (Amatlán, Fortín, Cuchiapa, Córdoba e Ixtaczotitlan), despojando de tierras y agua a unos 30 mil campesinos e indígenas.

Noé iba en el monte recogiendo flores, plantas y semillas que habría usado en el ritual de inauguración del encuentro el día siguiente. Pero Noé hoy no llegará. No habrá fiesta. Su cuerpo lo destrozaron a pedradas. Se inició un juicio penal, pero todavía no sabemos con seguridad ni quiénes ni por qué lo mataron.

En las llamadas telefónicas con l@scompañer@s del MAPDER que ya llegaron a Amatlán desde el mismo viernes, desde todo el país,  y a quienes les tocó asistir a la tragedia desde más cerca, escuché sus lágrimas, su rabia, su indignación…pero también su fuerza increíble: «Hay que seguirle companer@s, el miedo no nos doblegará».

Mapa de ríos y luchas en México/ Foto:Centro Prodh

El encuentro no se canceló, es más fue una celebración,  no de la muerte sino de la vida de Noé, frente a quienes nos quieren callad@s. “Noé”, dijeron su compañer@s del Colectivo Defensa Verde de Amatlán, “no lo sepultaremos, lo sembraremos para que con su muerte florezca más fuerte la lucha”.

Mientras viajaba en el camión, me empecé a cuestionar sobre cuál será nuestro lugar como defensoras y defensores, sobre todo en las organizaciones de derechos humanos que tienen su sede en contextos urbanos, a muchos kilómetros a veces de donde se dan los trancazos.

Aquí veo muy claramente la existencia de por lo menos dos posturas. Ambas son legitimas y ambas implican compromiso personal y tiempo. Pero tienen consecuencias personales, éticas y políticas profundamente diferentes.

La primera es de vernos como observador@s de los procesos de cambio y de las reivindicaciones legítimas de los pueblos. Y eso lo podemos hacer con denuncias, acciones urgentes, artículos, talleres en los espacios de nuestras oficinas, acciones legales, visitas a cárceles y juzgados etc.   Como observador@s tenemos la posibilidad de escoger más o menos fríamente adónde ir y cuál es nuestro nivel aceptable de riesgo, incluso que este sea igual a cero y cuales «casos» asumimos.   Las personas con las cuales nos relacionamos, excluyendo a las ONGs contrapartes, son «víctimas de violaciones a derechos humanos» que necesitan o pueden necesitar nuestro apoyo técnico y humano y nuestro conocimiento como «defensor@s especializados». Esta es seguramente la posición mas segura.

La segunda postura es de sentirnos nosotr@s mism@s actores y parte del movimiento social para el cambio. Esta postura, sin excluir ninguna de las actividades mencionadas arriba que siguen siendo necesarias, brinda un nivel de seguridad inferior porque nos implica caminar al lado del pueblo, asumiendo, si es necesario, los mismos riesgos. Ya no vemos a las personas, que pueden o no buscar nuestro apoyo, sólo como «víctimas de violaciones» sino agentes para el cambio, hermanas y hermanos, compañer@s de las mismas luchas que tod@s asumimos como propias.

Personalmente, desde mi changarro, la educación popular en derechos humanos, no es una educación técnica sino una herramienta para el cambio social. Y el cambio social así como la justicia sólo la puede exigir el pueblo organizado.

Aterrizando en el caso concreto de Amatlán, para mí no hubo duda sobre cuál sea nuestro lugar. La seguridad, en este caso, fue un elemento a considerar para planear CÓMO ir no SI ir.

Nuestr@s compañer@s estaban allí viviendo una tragedia y necesitaban nuestros apapachos, nuestros abrazos, nuestros besos, nuestra presencia solidaria y nuestras capacidades también.

X Encuentro Mapder en Amatlán de los Reyes, Veracruz/Foto: Centro Prodh

Pensé que ojalá podamos ir más a estos espacios para conocer a las personas que están al frente en estas luchas, para que pasen de ser acrónimos (como “MAPDER”) a ser personas con caras, voces y corazones para que no podamos tener opción de no amarlos…o de amarlos desde lejitos (desde un lugar seguro pues).

Luego empezaron a dolerme los ojos y los dedos por estar tecleando tantas ideas en el espacio reducido de un celular y dormí un rato. Soñé con un mundo en el cual ya no teníamos que ver a  madres llorar por el asesinato de sus hijos, ni la madre de Noé ni a ninguna más.

 educacion@centroprodh.org.mx