Los resultados de las elecciones presidenciales de 2012, dejaron devastados a millones de mexicanos, para unos este suceso significó el fin de la alternancia democrática y para otros la cancelación de un proyecto de izquierda. A un poco más de 100 días del gobierno de Peña Nieto, la nueva experiencia es para unos de cierta paz, ¡por fin no se habla de la guerra!; pero para otros es como un tsunami que ha dejado confusión y fuerzas sociales fragmentadas.
Evocando a Naomi Klein, México vive ahora “la doctrina del shock”, pues después de tantas tragedias, apenas comparables a una guerra civil, parece que se ha optado por una paz a cualquier precio. La teoría de la afamada socióloga parte de que las crisis son el camino para introducir medidas económicas impopulares y a menudo acompañadas por represiones y acciones violentas en contra de la ciudadanía.
Ejemplo de esto último son las lesiones que aún mantienen al bordo de la muerte a Kuy, el maestro de teatro, quien sufrió un disparo de bala de goma en el cerebro el 1 de diciembre, durante la campaña represiva contra los manifestantes que se oponían a la toma de posesión de Enrique Peña Nieto. No resulta menos decir que en el orden económico continúan las múltiples violaciones a los derechos económicos, como lo denuncia Gustavo Leal sobre las Afores: “Del total de 40.5 millones de cuentas individuales en el sistema, en 25 años sólo 6 por ciento podrá cubrir las mil 250 semana por cuenta propia”; esto se traduce que muy pocos tendrán una pensión digna durante su vejez, mientras tanto las Afores ganaron sólo durante 2012, 10 mil millones de pesos y claro está que los propietarios y funcionarios de éstas cobran 30 mil dólares mensuales de sueldo.
La reforma laboral con sus nuevas características es muy bien vista por los empresarios porque favorecerá el crecimiento económico, pero por otro lado ocasionará más vulnerabilidad para los trabajadores, quienes padecerán de nuevo las limitaciones en sus derechos; por otro lado, se encuentra el enorme deseo de la clase política por reformar el sector energético, aprovechándose de los descomunales fraudes del sindicato, que habría que decir que han sido permitidos con toda impunidad. Esta reforma hará más grande las ganancias de las trasnacionales como Shulemberger y otras más que ya trabajan en el sureste mexicano, del mismo modo, favorecerá los negocios ilícitos de múltiples políticos, como ya sucedió en los sexenios panistas.
La experiencia del shock, después de que el país sigue clamando justicia por los miles de asesinados, secuestrados o desaparecidos, no parece que vaya a ser asumida pacíficamente por miles de ciudadanos. Es previsible que la violencia económica, social y militar que vulnera los derechos humanos de millones vaya a engendrar nuevos espacios de inconformidad y protesta .