Las políticas públicas tienen un objetivo primordial: abatir la pobreza. El trasfondo de la pretensión es contribuir al bienestar de la población mexicana que se encuentra descobijada ante las penurias cotidianas. Estas políticas públicas tendrán su correlativo desde el impulso económico o el incremento de la productividad, pero son diferentes desde donde arrancan: es el Estado mismo el responsable de los resultados.
Luchar por la eliminación de la pobreza implica una serie de criterios éticos, que el Estado mexicano ha signado en algunos de los tratados internacionales. El Pacto de los Derechos Económicos Políticos y Sociales, ha sido un estimulo para establecer programas sociales que en las últimas décadas ha gastado un gran número de recursos. La evaluación de los programas sociales ha estado marcada por diferentes resultados, hay programas cualificados a nivel internacional, en cambio hay otros que ni siquiera tuvieron un diseño adecuado.
La existencia del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), ha ofrecido diferentes lecturas de la realidad social. La última se le ha llamado “Metodología para la medición multidimensional de la pobreza en México”. Sin embargo, la realidad de millones de mexicanos sigue siendo desde el punto de vista económico una afrenta, un dolor continuo por carecer de lo más mínimo.
Recientemente, Javier Guerrero, subsecretario de Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol) afirmó que en México hay 13 millones de personas en pobreza extrema. Lo más grave es que en tan sólo dos años, se incrementó casi 10 por ciento. La denuncia sobre el incremento de pobres que no alcanzan a tener en su cocina la canasta básica es preocupante en un país en que ciertos sectores viven en el mar de la opulencia.
En este contexto, es que se anuncia la nueva estrategia: “Cruzada Nacional contra el Hambre”, a la cual deberemos estar vigilantes. El anuncio de los 13 millones de pobres no exime al nuevo gobierno de dar resultados en su política social. Las y los ciudadanos preocupados por la pobreza habremos de vigilar que no sea éste un programa improvisado, que solamente sea un mal paliativo, en vez de acciones estrategias que transforme la vida de los más pobres; no se trata de contar sólo con programas asistencialistas, sino de devolver la dignidad que la ambición y el poder les ha impedido acceder.