La situación del país transcurre aún en un espacio de limbo político: se ha dejado atrás la retórica agresiva y militar del ex presidente Felipe Calderón y aún no hay un cambio con sabor a Peña Nieto.
A dos semanas de la toma de posesión, se anunciaron seis líneas que conforman el inicio de una estrategia de seguridad que puede ser diferente. Los componentes son: planeación, prevención, respeto a los derechos humanos, coordinación, transformación y evaluación. Quedará para otros análisis pormenorizados las diferencias respectivas con la estrategia del sexenio anterior, así como los presupuestos, que muestran la prioridad en las acciones.
En las calles la situación tampoco ha mostrado cambios sustantivos en materia de seguridad: los homicidios y los secuestros dolosos continúan, así como el secuestro masivo de migrantes centroamericanos y los enfrentamientos de civiles con las fuerzas armadas. Según el periódico Reforma, durante los primeros 31 días de la Administración de Enrique Peña Nieto han sido ejecutadas en el país 755 personas. Esta cantidad se encuentra en la media de asesinatos mensuales cometidos en el 2012. No hay pues indicadores que muestren que a corto plazo, los grupos delincuenciales hayan percibido cambios. Es prometedora la propuesta de Murillo Karam en eliminar la figura del arraigo, en cuanto ha dado lugar a prácticas abusivas y violatorias a los derechos humanos.
Por otro lado no podemos dejar de lado, que el colombiano Oscar Naranjo asesora a Peña Nieto y eso da muy poco sustento en el punto tercero de sus líneas de acción en materia de seguridad y justicia.
Y sobre uno de los puntos que más publicidad ha tenido, la creación de la Gendarmería, resulta muy conveniente el análisis de Alejandro Hope[1]:
“¿Exactamente cómo se va financiar a una fuerza de 10,000 elementos (inicialmente)? La partida anunciada la semana pasada (1500 millones de pesos) no alcanza ni para el arranque: para la PF, se tiene proyectado un presupuesto de 32 mil millones de pesos para 2013 y cuenta con algo menos de 37,000 elementos. La única manera de que cuadre el círculo es que se transfieran a la Gendarmería elementos de SEDENA y SEMAR, con todo y presupuesto para servicios personales. Pero de ser así, la diferencia de remuneración entre policías federales y gendarmes va a ser monumental. Un integrante de la PF gana en promedio el doble que un soldado y un marino, pero sin las prestaciones a las que tienen acceso los miembros de las Fuerzas Armadas (ISSFAM, vivienda, etc.). Los gendarmes estarían en el peor de los mundos: con sueldos bajos, pero sin los beneficios del sistema de seguridad social militar. Tener policías de primera y policías de segunda no parece la mejor receta posible para asegurar la colaboración entre cuerpos de seguridad.”
Al cabo de unos meses veremos si hay cambios importantes que abatan la criminalidad con respeto a los derechos humanos. Hoy resulta útil plantear las preguntas: ¿Se concebirá la seguridad desde diferentes instituciones, actores sociales y desde la ciudadanía? ¿Cómo se fortalecerá el tejido social? ¿Habrá los mecanismos eficaces para que las policías y fuerzas militares sean evaluadas por agentes externos a ellos? ¿Cómo se combatirá el conflicto mayúsculo de violaciones a los derechos humanos? ¿Cómo se logrará la sinergia entre las diferentes policías y las fuerzas armadas?
[1] Alejandro Hope, “10 apuntes sobre la nueva política de seguridad”. Se puede consultar en: http://www.animalpolitico.com/blogueros-plata-o-plomo/2012/12/18/10-apuntes-sobre-la-nueva-politica-de-seguridad/