El pasado 18 de mayo la organización Nodo de Derechos Humanos emitió un boletín de prensa, en el que condenó las muertes de seis periodistas en menos de un mes. Al recordar a Regina Martínez, de Proceso, asesinada el 28 de abril; Guillermo Luna, Gabriel Huge y Esteban Rodríguez, de Notiver, asesinados el 3 de mayo; René Orta Salgado, de El Sol de Cuernavaca, asesinado el 14 de mayo y Marco Antonio Ávila García, del Diario de Sonora, asesinado el 18 de mayo.
Al analizar la violencia que se recrudece, no sólo contra quienes ejercen el periodismo, sino también contra toda la ciudadanía, el Nodo de Derechos Humanos reiteró que esta guerra fallida contra el crimen organizado, iniciada por Felipe Calderón, es una guerra que no queremos, que no pedimos: «Estamos en una guerra que ha sobrepasado los límites del absurdo, una guerra en la que gobiernos y cárteles del narcotráfico hacen deslindes estúpidos de las tragedias de las que son responsables por el simple hecho de optar por la guerra, el miedo, la tortura, la sangre y la muerte como su único lenguaje. Una guerra absurda en la que un campesino que defiende sus bosques o un indígena que defiende su territorio puede ser encarcelado de por vida y para juzgar a un militar de alto rango por sus vínculos con el crimen organizado el gobierno lo hace bajo un sigilo absoluto, esforzándose por exculparlo».
Ante la evidente tragedia nacional, la organización denunció que la impunidad continúa y que, a pesar de que la guerra es a todas luces injusta, parece no tener fin en el corto plazo. Termina exclamando: «6, 49, 40 mil ¿Hasta cuantos hay que llegar?»