Muere Acosta Chaparro, que reciba una condena social que nuestro sistema de justicia no fue capaz de darle

Mario Arturo Acosta Chaparro

Por H.I.J.O.S. México, Retomado de Centro de Medios Libres de la Ciudad de México

Mario Arturo Acosta Chaparro murió hace unos días en la Ciudad de México sin haber dicho todo lo que sabía sobre la represión desde los años 70 y 80, todo lo que hizo y ordenó como militar y engrane del terrorismo de Estado durante este periodo. Murió sin haber enfrentado la justicia por cientos de desapariciones forzadas. Murió cubierto por la impunidad legalizada que lo exculpó de cargos por narcotráfico (los cargos por delitos de lesa humanidad, pese a que se hicieron reiteradamente, nunca vieron un final digno). Torturador denunciado, experto secuestrador en uniforme militar, cometió innumerables violaciones a los derechos humanos y se reinsertó en el sistema de “inteligencia” y espionaje en gobiernos recientes.

Fue exonerado por Vicente Fox y la Secretaría de la Defensa Nacional; puesto en libertad por Felipe Calderón, quien además decidió condecorarlo y convertirlo en su asesor personal para la investigación del secuestro de Diego Fernández de Cevallos y la estrategia de “combate al crimen organizado”. Para mayor descaro, su puesta en libertad fue precisamente en el aniversario de la matanza de Aguas Blancas, como una bofetada al pueblo de Guerrero en junio de 2007.

No hay que pensarlo demasiado, sólo tener memoria. Acosta Chaparro, experto en desapariciones y vuelos de la muerte durante las décadas pasadas prestó su experiencia, medios y habilidades de corrupción para incursionar en el negocio del poder y narcotráfico (los mismos aviones que tiraron cuerpos después pasaron droga a Laredo); la podrida sabiduría de quien sabe lo que hace asesora a la actual guerra de Calderón sin dejar de estar en el lado enemigo y hoy tenemos una lista sangrienta de desapariciones, secuestros y asesinatos.

No se le detuvo, enjuició ni castigó en su momento, sino que se le dio el cheque en blanco de la impunidad. Con ese privilegio continuó llevando a nuestro país al horror de la mano dura militarizada, la incapacidad de resolución de conflictos y el desprecio por la vida humana.

Repudiamos profundamente condecoraciones pasadas y posibles despedidas con honores a Acosta Chaparro porque, como miembro de las fuerzas armadas encargadas de velar por el bienestar de la nación, no puede considerarse honorable a quien cometió con tal atrocidad delitos de lesa humanidad, representando el grado sumo de impunidad que conoce este país. La inmensa lista de víctimas de asesinatos, desapariciones y represión desde los años 70 hasta la fecha, en muchos casos por su responsabilidad directa, merecen un mínimo respeto: que se lo recuerde desde el juicio de la historia y que reciba al menos una condena social, la que nuestro sistema de justicia no fue capaz de darle.

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