Según palabras de Lydia Cacho, el Refugio de alta seguridad Ciam Cancún, A.C., se vio obligado a cerrar sus puertas debido a las presiones de la delincuencia organizada y a la debilidad de un Estado que permite la corrupción. Aunado a esto, tanto el gobierno federal como el estatal redujeron los fondos aportados para la atención desde las organizaciones de la sociedad civil, lo cual dejó desamparadas a las mujeres víctimas de trata de personas y a sus defensoras y defensores. «En particular el Estado y sus programas de atención a víctimas no dan, desde sus propias instituciones, los servicios adecuados que las víctimas y sus familiares se merecen, y por otro, están forzando a las ONGs a simular servicios para poder recibir dinero público (tal y como las instituciones públicas los simulan), y el equipo de profesionales de Ciam Cancún A.C no está dispuesto a callar ante semejante despropósito».
En su comunicado, la periodista y defensora de los derechos humanos señaló que el discurso monotemático del gobierno federal y su guerra contra el crimen organizado ha diluido la violencia de género, por lo que diversos programas del Estado tienden a minimizar y/o erradicar los salarios de las expertas que atienden a las víctimas; asimismo, señaló que ningún gobierno ha mostrado capacidad para proteger a quienes defienden a las mujeres y que, por esta causa, han sufrido claras amenazas contra su vida y su integridad.
En los hechos, mientras que el Estado mexicano es incapaz de proteger y defender a las víctimas, la sociedad civil se ha organizado y se corresponsabiliza por hacer de las sobrevivientes, personas empoderadas capaces de defender sus propios derechos. Ante su evidente debilidad, el Estado debería procurar los fondos necesarios para que las organizaciones fortalezcan sus capacidades y brinden una mejor atención.
El cierre del Ciam dejará sin atención a muchísimas mujeres; sin embargo, Lydia Cacho es clara: «No nos daremos por vencidas, sólo buscaremos estrategias diferentes para seguir trabajando sin sacrificios absurdos, con mayor fuerza y seguridad. La congruencia exige que las defensoras y defensores de Derechos Humanos se protejan y defiendan a sí mismos de la misma manera, y en la misma medida, en que protegen a las víctimas a las que ayudan. Ni más ni menos».