El 2021 terminó con el fallecimiento de dos emblemáticos defensores de derechos humanos: Desmond Tutu, de Sudáfrica, y Roberto Garretón, de Chile. Sus ejemplares trayectorias dejan un legado de dignidad sobre el que vale la pena hacer hincapié en estos inicios del 2022.
Sus vidas, además, presentan elementos comunes, como se puede constatar en los sentidos recuentos que han publicado en días pasados quienes les conocieron. La fe, que para ellos significó ante todo trabajar concretamente por la justicia y por la verdad. La empatía, que les llevó siempre a condolerse con las víctimas. El arrojo, que les impulsó a cruzar las líneas para dialogar con el adversario, incluso con los perpetradores. La firmeza, que entendieron no como estridencia verbal sino como consistencia en el actuar. La bonhomía, que les permitió trabajar por la justicia sin perder afabilidad. La confianza absoluta en los derechos humanos, que les hizo encontrar en este código un firme asidero para denunciar toda injusticia y un norte para guiarse siempre por la defensa de la dignidad humana.