La transferencia de centenas de funciones civiles a manos militares seguirá desdibujando la frontera entre el gobierno civil electo y el gobierno a manos de los militares. Esto representa probablemente la más grave alteración política y constitucional del México contemporáneo y avanza no solo sin contrapesos, sino además sin debate alguno.
Nadie podrá decir que no hemos insistido por años y de manera consistente en que la ruta de la militarización de la seguridad no resolverá las violencias y podría en cambio ser costosísima. Y nadie podrá decir que no advertimos de los riesgos, aún mayores, cuando vimos la evolución desde esa militarización hacia el militarismo, que se da cuando el gobierno “celebra las cualidades superiores de las instituciones castrenses y las coloca por encima de las civiles.
Hemos cumplido tres años monitoreando la actual política federal de seguridad desde el Programa de Seguridad Ciudadana de la Ibero CDMX. En este periodo publicamos reportes que documentan la vía de la militarización y el salto hacia el militarismo, abarcando nuestro análisis desde 2007 a la fecha. Venimos construyendo una amplia sistematización de la evidencia, principalmente con base en información oficial; por ejemplo, hemos documentado que, mientras en el 2007 había poco más de 52 mil militares desplegados en tareas de seguridad pública, para septiembre de 2021 ya eran más de 215 mil, periodo que coincide con la multiplicación por cuatro de los homicidios violentos.
Por su parte, acaba de ser publicada una plataforma de datos inédita denominada Inventario Nacional de lo Militarizado, donde se informa que “En los últimos 10 años han sido asignadas 246 tareas civiles a las fuerzas armadas; 138 a nivel federal y 109 a nivel local. Esto incluye tareas como: control migratorio, reparto de apoyos sociales, educación, salud e incluso la reubicación de dos juzgados en Chilpancingo”.
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