Desde que Inés decidió denunciar dejó claro que la justicia que ella demandaba iba más allá de apresar a los agresores, y que su violación era parte de una historia de violencias y agravios más larga contra su pueblo. La desmilitarización de la montaña y la creación de condiciones dignas para que las jóvenes de la región pudieran estudiar sin tener que atravesar la montaña y vivir con miedo, estuvieron en el centro de sus demandas.
Su voz habla siempre por los pueblos y la justicia que demanda va más allá del punitivismo. Es por esto que en la Casa de Saberes Gúwa Cuma, no sólo se dará apoyo a mujeres y niños víctimas de violencia, sino que será también un centro de formación donde confluyen muchos saberes en defensa de la vida, así como un albergue para que niñas de las comunidades Mépháá y Tu’un Savi no tengan que trabajar de empleadas domésticas para estudiar en la cabecera municipal, como tuvieron que hacerlo las hijas de Inés.
*Lea el artículo completo en La Jornada