El calor del desierto no es como cualquier calor. Y es en él donde Aranza Ramos trabajó sin descanso buscando alguna pista de su esposo desaparecido. Y no lo encontró, pero sí la muerte, al ser asesinada por un comando armado el pasado 15 de julio en su casa, en Guaymas, Sonora.
¿En qué otro país los ciudadanos hacen el trabajo que corresponde a los funcionarios públicos? ¿No debería ser un escándalo internacional el hecho de que sean las mujeres —madres de familia y esposas, algunas de 60, 70 años— bajo condiciones inclementes las que estén investigando y encontrando cuerpos? Sin dinero, sin apoyo, sin protección, sin nada.
Lo que no se ha querido reconocer en México es la ausencia de Estado. La nulidad de investigación de los aparatos de justicia probablemente porque están coludidos con los criminales. Porque no les conviene que se encuentren más restos y que se den con las pistas de los responsables.
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