Gracias a su madre y a otras que con ella denunciaron, al activismo en favor de la liberación de presos políticos y a organizaciones internacionales de derechos humanos, “El Guaymas” fue trasladado al Reclusorio Norte, prisión civil de la que fue excarcelado hasta 1982 por virtud de una amnistía. En estos hechos -en la presentación con vida de Mario y su traslado a una cárcel formal por la lucha de las madres y la presión de activistas internacionales– se encuentra el germen del movimiento civil de derechos humanos en México.
Desde entonces, “El Guaymas” siempre dio testimonio valiente de haber visto a Alicia de los Ríos con vida en manos del Ejército, a pesar de los riesgos evidentes que esto le implicaba. Lo hizo en su momento públicamente estando aún preso en el Reclusorio Norte; desde su activismo en el Comité ¡Eureka!, a partir del cual colaboró para la presentación de una comunicación, quizás de las primeras, dirigida al entonces recién constituido Grupo de Trabajo Sobre Desapariciones Forzadas o Involuntarias de la ONU, y de manera oficial en su declaración rendida en 2002 ante la Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado (FEMOSPP), acompañando incansablemente en su caminar por justicia a Alicia de los Ríos Merino hija, en la averiguación previa iniciada por la desaparición de su madre.
Pese a los hechos que sobrevivió y denunció públicamente, la Fiscalía General de la República le reconoció la calidad de víctima apenas en el año 2019 y, de manera escandalosa, solamente por el delito de abuso de autoridad. La incorrecta clasificación del caso puso en riesgo constante la continuidad de la investigación al no reconocer que se investigaban delitos imprescriptibles, como la tortura o la desaparición forzada. Jamás le fueron practicados peritajes médico-psicológicos conforme al Protocolo de Estambul para documentar la tortura y nunca hubo detenido alguno por su caso.
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