La discusión que se viene en torno a la propuesta de reforma constitucional para llevar a la Guardia Nacional a la SEDENA no pasará principalmente por las evidencias, y sí en cambio por las percepciones. La evidencia es abrumadora para afirmar que la intervención militar no reduce las violencias en México, pero -en realidad- casi nadie quiere discutir eso.
Con el respaldo presidencial actual y de siempre, las fuerzas armadas no pusieron, no ponen, ni pondrán a discusión su manera de trabajar. Si ha crecido cuatro veces el homicidio con arma de fuego y al mismo tiempo la estrategia militarizada de control de armas ha reducido cuatro veces su aseguramiento, no hay discusión. Si la SEDENA incrementa casi 5 veces su fuerza letal en Tamaulipas y, con todo, esa entidad padece las peores atrocidades a manos de la delincuencia organizada, no hay discusión. Si se ofreció que la Guardia Nacional reduciría el feminicidio y éste sigue creciendo, multiplicándose ya por 3 comparado con el 2015, tampoco hay deliberación pública alguna.
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