Sin embargo, quisiera distraerles un momento para hablarles un poco de Tomás, mi padre. Con quien almorzamos y nos despedimos la mañana soleada del martes 1 de mayo y que prometió regresar en la tarde con una sorpresa. El hijo mayor de María del Pilar Francisco Luis y Nemesio Pérez Fuentes, el hermano de Leonardo, María del Pilar, Vicente, Lucía, Catalina y Bernardo. El compañero de vida de Juana María Rodríguez Santiago. El padre que me enseñó a leer y escribir cuando estaba en el kínder. El amigo y compañero que se solidarizó con los habitantes de la comunidad La Sabana y luchó con ellos para defender su territorio del caciquismo priista y policiaco de aquellos tiempos. El campesino que sembró su milpa en el temporal de diciembre pero que ya no lo dejaron cosechar ni preparar la tierra para la siembra de junio. El indígena que aprendió a hablar español hasta que cursó dos años de primaria, que hablaba en las dos lenguas pero que su pensamiento lo hacía desde la cosmogonía totonaca.
Así, la lucha por el territorio también tiene que ver con la recuperación de la memoria larga de quienes nos han antecedido, de quienes no están y es preciso recuperarles. Estas palabras también las pienso, siento y nombro en la lengua materna, Tutunakú xa nak Kachikín (Totonaco de Pantepec), para decir que el rompimiento de la desaparición forzada en nuestros pueblos tiene que ver con la ruptura de los elementos de la red de la vida, ahí donde se sustentan los equilibrios y la armonía necesarias, para que, desde nuestra racionalidad del mundo, la vida tenga sentido. Por eso le digo a mi padre y a todas las personas desaparecidas ¡Nak putsayán hasta na kkgaksan!
* Información e imagen de Desinformémonos