El feminista es hoy el movimiento más preeminente en el país que, incluso en medio de la pandemia, no ha detenido ni sus manifestaciones ni su rica producción simbólica, que se ha abierto paso en medio de las condiciones adversas impuestas por la contingencia sanitaria.
Esta preeminencia no es por azar. Hablar de feminismo es hablar de un movimiento profundo e interseccional que, ante las violencias del modelo hegemónico, ha sabido confrontar al sistema patriarcal en todas sus aristas, con sustento teórico y con una fortaleza orgánica.
Con su obstinación, la 4T parece renunciar al desafío que le pone enfrente la actual coyuntura histórica, donde la efervescencia del movimiento social genera un clima propicio en términos de legitimidad para la elaboración de alternativas viables.
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