Daniel es de los primeros jóvenes en inaugurar una época de terror que hoy suma a más de ochenta mil personas desaparecidas. Han pasado diversas reformas constitucionales y leyes tanto en el ámbito federal como estatal, capacitación de funcionarios, elaboración de protocolos de búsqueda y de identificación forense, nuevas dependencias gubernamentales, más funcionarios y construcción de edificios, informes, reportes, carpetas, peritos, declaraciones, detenidos, pero el paradero de Daniel, como en la mayoría de los casos, sigue sin conocerse, y los responsables, como en la mayoría de los casos, siguen en la impunidad.
Diana y las mamás de FUUNDEC-M, como otros colectivos, no piden lastima por su sufrimiento, piden solidaridad para que habiendo justicia no le pase a nadie más; no se preguntan si los perpetradores sufrirán tanto o más que sus hijos, se preguntan cuándo terminará la pesadilla; no buscan su propio beneficio, aunque tengan ese derecho, dicen “buscamos a todos y todas”; piden justicia, pero sobre todo piden un país donde la justicia no esté desaparecida. Llenan su corazón de lucha y esperanza de un mundo mejor para ellas y para todas y todos, así expulsan el odio que los corazones rotos a veces albergan.
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