En al menos dos dimensiones, este caso muestra que la crisis de violencia que ha enfrentado el país durante los últimos lustros no se ha ido ni puede desaparecer por decreto.
La primera es sin duda la propia recurrencia de la violencia contra los migrantes. Camargo remata el naufragio de la política migratoria de esta administración que comenzó con anuncios de programas de visas humanitarias para después securitizarse por completo ante los amagos del gobierno de Donald Trump, sin avanzar en una mejor garantía del derecho a la vida de las personas que migran a través de México -como esta tragedia lo hace patente-.
La segunda dimensión que se hace evidente es la que concierne a la persistencia y extensión de las redes criminales en México.
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