A estas alturas está claro que la vulnerabilidad de los pueblos indígenas en el continente ante la pandemia mundial está estrechamente relacionada con la desigualdad, el racismo y el clasismo que los estados históricamente han sido incapaces de enfrentar. Sea por acción o por omisión, han sido sus activos promotores. Por supuesto, nuestro país no es la excepción, ni antes ni hoy. Justamente me quiero referir a esa otra pandemia, la muy vigente, la que coexiste con la de Covid-19 y que estaremos viviendo de forma aguda este primer semestre electoral del año, en sus expresiones violentas y con raíces también de muy antes.
Esta otra pandemia está inmersa en la impunidad de las agresiones paramilitares que están afectando de manera destacada a Chiapas.
Este clima que promueve el despojo de las comunidades agredidas se agudiza en el contexto del mercadeo político electoral que ya se inició aún antes de que se formalice.