BAJO LA LUPA | La guerra por el agua en Morelos, por Luis Hernández Navarro

La CFE y la secretaria de Gobernación han declarado, falsamente, que no hay impedimento legal para reanudar las obras. Pero los ejidatarios cuentan con 19 amparos vigentes y suspensiones de plano contra el PIM. El gobierno justifica la entrada en operación de la termoeléctrica para no perder los 25 mil millones de pesos que se han invertido en la obra.

Sin embargo, más allá de pesos y centavos, el PIM es un proyecto sumamente riesgoso. El gasoducto que alimenta la termoeléctrica está instalado en una zona considerada de alto riesgo por la sismicidad causada por el volcán Popocatépetl. La terminal de ciclo combinado que la integra, instalada a unos cuantos metros de la población, está mal planeada y emite un ruido infernal. Por si fuera poco, se planea construir allí mismo otra terminal. Y, aunque se dice que usará aguas residuales, probablemente deberá tomar el líquido del cauce del río Cuautla.

En Morelos, el agua, como la tierra, es de quien la trabaja. A sus pueblos, su defensa les viene como herencia. Y han sido fieles a ella. Así los hicieron zapatistas, jaramillistas, Vinh Flores (tío de Samir, asesinado como él por defender a su pueblo) y Samir Flores. Como hace 100 años, en la actual guerra por el agua, los herederos de Zapata y Jaramillo se disponen a hacer valer su legado.

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