El feminicidio de la joven Alexis, en Cancún, Quintana Roo, junto con otros casos igualmente graves de los que hemos tenido noticia en semanas recientes, han encendido la indignación de buena parte de la sociedad a escala nacional; una indignación que ha obtenido como respuesta la represión por parte de las autoridades como única y elocuente expresión de la incapacidad del Estado para atender de raíz este mal.
Los movimientos feministas, junto a los colectivos que luchan contra la desaparición forzada en México, son los movimientos sociales que más han cimbrado al país en años recientes, interpelando a nuestra sociedad y llamándola a no permanecer indiferente ante la magnitud y la crudeza de la violencia que se ha adueñado de México. El feminismo ha evidenciado los frágiles cimientos de la masculinidad heteronormativa y sus pretensiones de superioridad, así como sus diversas expresiones, como son las prioridades del Estado y de una parte de la sociedad, a quienes parece indignar más el daño patrimonial causado durante las manifestaciones, que el propio derecho de las mujeres a vivir libres de violencia.
*Lea el artículo completo en La Jornada