“Hablar de tala aquí es como hablar de narco en Jalisco”, dice Misael Zamora casi murmurando en un restaurante campestre en una de las curvas que serpentean hacia el santuario de Chalma. En público, el defensor del medio ambiente prefiere guardar silencio respecto de la clandestinidad que asedia los bosques en los municipios de Ocuilan, Xalatlaco, Santiago Tianguistengo, Xonacatlán y Otzolotepec.
Prefiere callarse porque no quiere que la muerte venga de nuevo, como hace 13 años, cuando un grupo de talamontes asesinó a su hermano Aldo durante una emboscada en la comunidad de Santa Lucía, en la que él salió herido. Tampoco quiere revivir el calvario de su padre, cuando fue encarcelado en 2015 por un delito que no cometió. En mayo de 2016, Ildefonso Zamora Baldomero fue reconocido como preso de conciencia por Amnistía Internacional (AI).
Envuelto en el silencio del bosque y con el pesar reciente de la muerte de su padre, Misael enumera el historial de agravios contra su familia, que culmina con un proceso penal fabricado en su contra con el aval de autoridades estatales y municipales en Morelos y el Estado de México.
* Tomado de Proceso