El diseño oficial ha dividido la ruta en tres tramos —Selva, Golfo y Caribe— que contarán con 18 paradas en cinco Estados: Campeche, Chiapas, Tabasco, Quintana Roo y Yucatán. El tramo del Golfo, de 653 kilómetros, pasará por sitios tan elegantes como Mérida, Valladolid o Izamal, y otros tan deprimentes como Escárcega o Tenosique, paso obligado para los migrantes de Centroamérica que van a Estados Unidos. En el Caribe, el tramo de 446 kilómetros irá desde la paradisiaca laguna de Bacalar al desquiciado Cancún. Y en la Selva, con 426 de kilómetros, el tren atravesará la reserva de la biosfera y tendrá una estación junto a los restos arqueológicos mayas de Calakmul, patrimonio de la Humanidad. Si todo avanza como ha prometido, entregará la obra un año antes de dejar el poder.
Manuel Puc presume la casa de sus abuelos pero la que de verdad le preocupa es la de sus hijos; los recursos naturales y la selva en la que han crecido. “La llegada del tren es una agresión y una falta de respeto. Insisten en decirnos lo que necesitamos sin preguntar qué queremos o cómo vemos nuestro futuro. Nos roban el término “maya” y frivolizan nuestra cultura y nuestra identidad poniéndole nombre al tren”, lamenta en el patio de su casa.
”Dicen que habrá trabajo en la construcción, pero ¿qué clase de trabajo? Construir las vías y los hoteles para que después de dos o tres años volvamos a quedar desempleados. Nos pagan salarios de miseria en la construcción que solo sirven para mantenernos igual durante generaciones. Si yo encontrara trabajo en el tren, ¿de qué cree que me van a contratar?, ¿de mesero o de gerente? Al final siempre terminamos limpiando sus baños”, se responde. “Por qué tenemos que ser siempre los albañiles o los meseros de los turistas. También queremos ser ingenieros, médicos o …. A lo mejor no queremos un tren y sí buenas universidades o un hospital equipado. Esto lo teníamos que haber hecho juntos”, reflexiona, sentado en una silla de plástico desde la que solo ve ceibas, mangos y caobas.
* Tomado de El País