Pero otra alternativa es mirar qué es lo que realmente pasa en una institución policial así y distinguir los problemas de los aciertos –siempre hay ambos, reitero-. Y aquí es donde surge la pregunta que va por encima de cualquier otra y que, por cierto, siempre ha estado ahí: ¿quién vigila a la policía?
Hay lugares donde no la vigila nadie, ni ella misma; hay lugares donde la vigilan muchas personas a través de muchos sistemas internos y externos. Aquí está el núcleo del problema: los poderes de la policía son enormes y se salen de control si no hay quien mire; un representante de la policía de Irlanda del Norte, país que tiene una de las reformas policiales más exitosas de la historia, nos enseñó hace varios años 8 mecanismos simultáneos de monitoreo y evaluación del desempeño policial del día a día, la mayoría de los cuales no dependen de ella.
Es bastante claro: el grado de desviación de la policía depende de qué tanto se le vigila y controla, simultáneamente, desde adentro y desde afuera. Lejana y opaca, como es la inmensa mayoría de la policía en el mundo -sin duda en México-, las oportunidades para el abuso y la brutalidad siempre serán interminables.
*Lea el artículo completo en Animal Político