Las liberaciones que se buscan o intentan conseguir como acción preventiva a la propagación del virus no deberían ser lo extraordinario sino la regla. La despresurización del sistema penitenciario lleva mucho, mucho tiempo en velo por ser conseguida y la puerta se abre de una manera inesperada que no nos podemos dar el lujo de ignorar. La Ley de Amnistía fue un primer, pequeño paso, pero las personas recipientes serán mínimas, por lo que es un antecedente, más no un final. Si el pasado del sistema penitenciario ha declarado con ímpetu que su destino es incompatible con el respeto a los derechos humanos, nosotros tenemos el deber de afirmar con aún mayor potencia que la suma del pasado no construye un futuro.
La pandemia no ha terminado, pero es posible notar que aún se avecina lo más complicado: convertir la exigencia en acción, y la acción en hábito.
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