La buena noticia es que el decreto no suma nada nuevo. La muy mala noticia es que todo se mantiene igual y se institucionaliza.
Hay un claroscuro más en el decreto del 11 de mayo. Por un lado, reitera los principios que las fuerzas armadas deben observar al momento de desarrollar sus funciones: de manera extraordinaria, regulada, fiscalizada, subordinada, y complementaria. Por otro, no desarrolla ninguno de ellos. No explica, de forma concreta, con mecanismos específicos de control y de sanción, cómo se aplicarán cada uno de esos principios. Enunciados así, esos principios serán simple letra muerta.
Dos de esos principios son básicos, en especial en los operativos: la subordinación y la fiscalización.
Hasta aquí, podría tratarse de la crónica de un decreto absolutamente innecesario. Si las fuerzas armadas de facto ya vienen realizando todas las funciones que se le otorgan en el decreto, ¿para qué emitirlo? ¿Por qué se requiere este decreto justo ahora? Este es el silencio más importante del decreto. La respuesta: COVID19 y crisis económica.
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