Un sabio yanomami dijo hace poco: “el cielo se está desplomando”, y se refería a las causas de la pandemia. Por un lado la reconfiguración de los entornos donde existen racimos, constelaciones de virus, que de pronto se acercan a las poblaciones animales que conviven más con los humanos. Esto tiene que ver con la deforestación, el acercamiento de poblaciones de animales salvajes, la producción industrializada de la comida (en particular la carne), pero también con el manejo de los desperdicios, el aire, el agua, y el hacinamiento creciente de poblaciones animales y humanas en un émulo muy tremendo entre barrios marginales y favelas, por un lado, prisiones públicas y privadas, centros de detención de migrantes, campos de refugiados, hospicios, grandes operaciones agroindustriales con barracas para los peones, y por otro las enormes y virulentas granjas fabriles, industriales, donde todo tipo de bichos, bacterias, virus, hongos se entrecruzan de modos violentos. Ahí no existe de ningún modo la convivencia, ni la escala a la que podrían existir estos organismos en los ambientes naturales donde coinciden y terminan cohabitando, sino ambientes de hacinamiento, entornos donde las escalas naturales fueron estalladas, rompiendo las relaciones existentes para imponer unas nuevas que propician las mutaciones, las exacerbaciones, los recrudecimientos, las degradaciones.
Estamos hablando entonces del otro componente del desastre: la deshabilitación constante, la expropiación de la salud, el daño infligido por los expertos a las personas y la precarización que el capital requiere para mantener a todo mundo sometido. La promoción de desvalores, de contraproductividad, de esa planta destructiva, la materia prima de toda acumulación.
Pero qué significan. Como dice con lucidez el epidemiólogo Gianni Tognoni, secretario del Tribunal Permanente de los Pueblos, “el problema no tiene que ver con la salud, sino con la marginación y con la pérdida de derechos, y hay que recuperarlos. Quién fija las prioridades de la investigación. La investigación estratégica de salud es dominio de las corporaciones, como la agricultura y los alimentos; cuáles son nuestras prioridades”. Porque los servicios de salud no están territorializados, ni la gente puede, de nuevo, ejercer sus propias prioridades si no se lo propone y brinca a un cuidado comunitario tan cercano y vinculante como puede serlo una familia. Y en la familia, todas y todos nos implicamos. Sin implicarnos, el virus es ese cielo que se desploma y ese suelo que se hunde. Implicándonos la pandemia es una oportunidad para reconfigurarlo todo.
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