No queda duda de que las características de las poblaciones marcan la vulnerabilidad frente al Covid-19. En el caso de México, la particularidad de nuestra población vulnerable no está en la edad, como en Italia, está en las enfermedades crónicas que nos ha generado, principalmente, el deterioro de nuestra alimentación. En todos los casos en que las personas han fallecido por Covid-19 en México se registra que habían padecido diabetes, hipertensión, obesidad o enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), o una combinación de dos o tres de estos padecimientos.
El sistema inmunológico de los mexicanos, en general, se encuentra muy debilitado por lo que comemos y bebemos. La dieta juega un papel fundamental en la inflamación crónica. La invasión de alimentos ultraprocesados basados en harinas refinadas, azúcares, grasas saturadas, provoca una reacción de defensa de nuestro sistema inmunológico que genera inflamación. Esta dieta pobre en frutas, vegetales y granos enteros no aporta antioxidantes al organismo, todo lo contrario.
Durante años, en los que se ha querido impulsar políticas para bajar el consumo de estos productos, para recuperar una dieta saludable, las corporaciones que los producen, los publicitan y los comercializan, han repetido una y otra vez que “no hay alimentos buenos y malos”. Los efectos de las dietas conformadas por estos alimentos en el sistema metabólico y en el inmunológico son claros para distinguirlos de los alimentos saludables. El Covid-19 evidencia la vulnerabilidad y estado de salud debilitado que genera la dieta dominada por los ultraprocesados.
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