La pandemia se produce en un momento de profunda desigualdad económica y social. Habría que recordar que la crisis de 2008 fue una llamada de atención sobre un modelo económico que después de casi tres décadas claramente se volvía insostenible. Afectaba a la mayor parte de la población al incrementar su pobreza y enriqueciendo a los muy pocos. A todo ello contribuyeron las muy cuestionables privatizaciones del sector salud, de la educación, de los transportes, además de flexibilizar y desregularse las relaciones laborales, una de cuyas consecuencias fue la enorme desprotección laboral, empleos precarios y un peligroso incremento del llamado trabajo informal. Ello se convirtió en el caldo de cultivo de los enormes flujos migratorios que caracterizaron esta etapa del capitalismo y que resultaron muy funcionales para los países destino por su enorme vulnerabilidad.
Es una obviedad decir que el mundo enfrenta momentos de graves dificultades, pero la superación del grave problema no pasa por el cierre de fronteras, ni por el proteccionismo que, como pasó en 1929 fueron estrategias que profundizaron la crisis, pasa por la colaboración y la solidaridad entre los países y por avanzar de la cultura de los privilegios a la cultura de la igualdad y la inclusión social
, como señala la directora de la Cepal, Alicia Bárcena.
Esto es, construir un modelo que ponga la equidad en el centro de una nueva agenda de desarrollo, cuyas políticas públicas estén en línea directa con el bienestar de la población para que los trabajadores estén en posibilidad de enfrentar y superar las restricciones del propio sistema capitalista y abatir así la migración por necesidad.