Entre las virtudes de [Tiempo suspendido] se encuentra que rompe con el mito de que la desaparición forzada, como forma de represión política, sea de los años recientes y una práctica aislada, excepcional, sólo para contener situaciones que ponían en peligro al Estado mismo. Contrario a eso, el autor demuestra que apareció con el Estado mismo, contribuyendo a la consolidación de su carácter autoritario; que al principio –entre los años cuarenta y cincuenta del siglo pasado– convivió con la detención arbitraria o el secuestro político, implementadas por el Ejército y las corporaciones policiacas, principalmente la Dirección Federal de Seguridad (DFS), pero conforme el tiempo pasaba se fue perfeccionando, hasta dejar de ser una táctica operativa para obtener información hasta convertirse en un dispositivo de la eliminación.
Vale la pena leer el libro. No sólo porque arroja luz sobre un lado bastante oscuro de nuestra historia, sino porque el tiempo del que nos habla continúa suspendido. Los desaparecidos políticos siguen siendo una realidad en nuestro país y de nosotros depende en mucho que aparezcan. Que dejen de habitar un tiempo suspendido.