En los últimos meses hemos sido testigos de tres casos de feminicidio que nos han dejado ver la violencia que vivimos las mujeres, la brutalidad con la que nos matan. Así como de la frialdad, negligencia, apatía y falta de acciones concretas por parte del gobierno para atender la crisis que azota a las mujeres del país. Si algo nos han dejado claro los feminicidios recientes es que la violencia contra las mujeres es estructural. Es decir, que a Fátima no sólo la lastimaron quienes la raptaron, sino el DIF que fue incapaz de responder a las denuncias interpuestas, y la escuela que no tuvo protocolos para protegerla. A Ingrid no sólo la traicionó su pareja, sino el perito que compartió fotos de su cuerpo y los medios que fueron lo suficientemente cínicos para publicarlas. A Abril no sólo la atacó su marido, sino los jueces que decidieron liberarlo aunque representara un peligro para su vida.
En este sentido, es cada vez más claro que el feminicidio es sólo el resultado de todas las violencias estructurales que sufren las mujeres en México. Teniendo esto en mente, en Data Cívica quisimos hacer un análisis de cómo las edades y lugares de residencia de las mujeres atraviesan las violencias de las que son víctimas.
Mientras las mujeres adultas jóvenes son más vulnerables a la violencia en la vía pública, las niñas y adultas mayores son mucho más vulnerables a la violencia al interior de la vivienda.