Por primera vez fuimos todas. Las que nunca habían salido a las calles a manifestarse un 8 de marzo y las que ya perdimos la cuenta de las marchas que llevamos. Las que prefieren la no violencia y las que apoyamos la acción directa. Las que caminaron con calma, y también las que lo rompieron todo. Las que no pueden con tanto dolor y las que rezamos por no tener que sufrirlo.
Fuimos y atiborramos el centro de la ciudad como nunca antes lo habíamos hecho. Nos citamos a las 2 de la tarde en la Plaza de la República, pero desde las 11 empezamos a ocupar los espacios que este domingo se llenaron de un violeta feminista que floreció a la par de las jacarandas por todo Paseo de la Reforma, Avenida Juárez y 5 de Mayo, hasta llegar al Zócalo. Ni las barricadas del gobierno de la Ciudad para impedir el paso por la calle de Madero, ni los gases de extintores de las policías, ni mucho menos las amenazas de algunos loquitos con verter ácido a las asistentes nos impidieron llegar.
Así que guárdense los sermones. A la hermosa marcha de este domingo fuimos todas, y las autoras de los cantos, bailes, gritos, pintas y protestas también fuimos todas, y eso es lo más bonito que vivimos ayer.