Actualmente podemos afirmar que de manera generalizada las víctimas están abandonadas en México. Si bien es cierto que hay esfuerzos relevantes que se están construyendo en el país alrededor de un sistema nacional forense, de la Comisión Nacional de Búsqueda de Personas Desaparecidas, de la ideación de registros no sólo más honestos, sino que también ayuden a decantar la profundidad de la realidad; todos ellos son apenas pasos iniciales que deben madurar y consolidarse como una política de Estado que realmente pueda estar a la altura de las dimensiones de la tragedia que vive nuestro país.
Poner en el centro a las víctimas significa tener plena conciencia de cuál es la obligación de Estado frente a un hecho de violencia y luego frente a las personas que lo padecen, pues su vida se ve fracturada en un antes y un después. Sólo a partir de ello, se puede entender un gran paquete de necesidades de índole humana frente a la violencia, como es la atención a la salud y la rehabilitación, entre otros muchos; pero, ante todo, la necesidad de que exista justicia, verdad y reparación.
Es necesario reiterarlo: toda estrategia de combate a la inseguridad, de rediseño del sistema de ombudsperson y de la propia Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas (CEAV); de fortalecimiento de las fiscalías, de democratización de las policías, de construcción de paz, de ciudadanización de los poderes judiciales, de reforma al sistema carcelario e incluso hasta de diseño de políticas frente a las drogas, debe poner en el centro a las víctimas. Sólo así se comenzará a dar respuesta a los millones de personas que han padecido en carne propia la violencia y sólo así podremos decir que estamos aprendiendo de los errores del pasado y comenzando a trazar un futuro distinto.