La política de austeridad, si bien pudo implementarse de manera más ordenada y estratégica, es ampliamente reconocida en términos sociales. La lucha contra los dispendios, despilfarros y las brechas de desigualdad que han caracterizado al servicio público ha sido bandera de este gobierno durante el primer año, lo mismo que la lucha contra la corrupción –que ha llevado a la emisión de órdenes de captura y a la cárcel a funcionarios de otros gobiernos bajo su probable responsabilidad en delitos como el enriquecimiento ilícito.
Otra dimensión muy aplaudible es la prohibición de la condonación fiscal. La agenda de los derechos laborales ha tenido durante este año avances considerables.
Ahora bien, son también muchas las sombras que ponen en duda si estamos en un proceso de cambio de régimen o sólo de alternancia política.
Es innegable que durante los primeros 11 meses de este gobierno se han registrado 31 mil 632 homicidios, lo que supera números de años anteriores. Junto con el combate a la violencia habría que agregar el papel que el gobierno les ha dado a las fuerzas armadas, pues en ellas radica su estrategia fundamental para la pacificación mediante la Guardia Nacional. La misma preocupación aplica para el papel que este gobierno asigna a los órganos constitucionales autónomos.
Podríamos seguir con este ejercicio de luces y sombras. Lo cierto es que a un año del gobierno que se autorreivindica como de la 4T, aún no podemos resolver si estamos frente a un cambio de régimen.