Seis meses después, en abril de 2013, la PGJ de San Luis Potosí exhumó el cuerpo de Karla, a petición de la familia Pontigo. La Procuraduría de Justicia de Guanajuato aportó una valoración independiente que determinó que Karla no murió en un accidente, como decían las autoridades locales. “En la revisión del cuerpo y del expediente, se encontraron 39 lesiones, la más grande de quince centímetros en la cabeza, la de la pierna y otras que se pueden considerar defensivas, palmas de la mano, a hombros, antebrazo, cuello, punzocortantes y tiene heridas de índole sexual interior y exterior vaginal”, señaló la Procuraduría guanajuatense.
Es increíble la historia ¿verdad? Nadie con un par de dedos de frente podría dar el caso como cerrado, o al menos pensar que la justicia actuó imparcialmente. Hace tres años la historia de Karla llegó a la Suprema Corte de Justicia de la Nación; ayer, la Primera Sala de la SCJN aprobó por unanimidad la petición de la familia Pontigo. Esto significa que la investigación por el feminicidio de Karla regresa a cero para investigarse como tal y no como un absurdo accidente. Esto sienta un precedente en la impartición de justicia, en la revisión del debido proceso y abre la puerta de la verdad en miles de casos donde el dinero y la influencia había dictado la sentencia final.