Muy aleccionadora está resultando la gira que el Presidente de la República ha emprendido por toda la nación para atender, según dice, las demandas de los pueblos indígenas. Entre los aspectos que el mensaje presidencial va dejando claro se encuentra, en primer lugar, la naturaleza de la política que habrá de impulsar en los cinco años que le restan de gobierno, la manera que se llevarán a cabo y la relación que guardan con su política de desarrollo para el país. Importa tenerlos en cuenta para no llamarse a engaño sobre las medidas que en el futuro tome el gobierno para sacarlas adelante.
En la reunión que el 27 de octubre sostuvo en la comunidad de Punta Chueca, Sonora, con representantes de algunos pueblos originarios del noroeste, el Presidente afirmó que se les atenderá, como se hacía en la década de los años 70, la época dorada del indigenismo.
Esta declaración presidencial merece atención porque lo que Andrés Manuel López Obrador estaba proponiendo para atender las necesidades de los pueblos indígenas es volver al pasado, a cuando ni en México ni en el mundo se hablaba de derechos indígenas y la prioridad de los gobiernos era desaparecerlos para integrarlos a la nación y que dejaran de ser un obstáculo al crecimiento económico. Eran tiempos en que el asistencialismo era la clave de las políticas para los pueblos indígenas, con énfasis en aspectos como la educación y el desarrollo y con matices como la asimilación, la aculturación y el indigenismo participativo.
Queda claro, pues, que las políticas asistenciales serán prioritarias al reconocimiento de derechos. Otro aspecto de la política gubernamental hacia los pueblos originarios que también se aclara es que se privilegiará el diálogo con organizaciones sociales que respalden esas políticas, ignorando a las que se oponen a ellas.