“Ya no tendrán la comodidad de nuestro silencio”, advirtió Araceli Osorio a las autoridades en junio de este año, en relación a la falta de política pública efectiva para prevenir y sancionar la violencia machista en nuestra ciudad. Alzar la voz fue, desde el 3 de mayo del 2017, el recurso de la madre de Lesvy Berlín para defender la memoria de su hija y exigir justicia. Al cabo de casi dos años y medio, su lucha por la verdad y la justicia está por culminar: el viernes pasado tres jueces del TSJ-CDMX, por unanimidad, declararon culpable del feminicidio de ésta a su entonces novio, Jorge Luis González. Tras esa audiencia, Osorio recalcó que lo que han buscado ella y quienes la acompañaron en este largo proceso “no es venganza, es justicia”.
Este caso también quedará como ejemplo de las prácticas retorcidas del sistema penal que obliga a las familias de las víctimas a recorrer un laberinto empedrado de mentiras, hipocresía, negligencia y suprema irresponsabilidad.
Sordas a la versión de Araceli Osorio y a la indignación de la ciudadanía, en particular de jóvenes universitarias que se sintieron agraviadas y se fueron organizando pese al miedo, autoridades capitalinas, de seguridad, justicia y gobierno pretendieron engañarnos a todos con interpretaciones carentes de perspectiva de género y derechos humanos.
La lucha personal y colectiva de Araceli Osorio y muchas madres más continúa. Irinea Buendía, cuya hija fue asesinada en el 2010, todavía espera la sentencia contra el presunto culpable. En solidaridad con todas ellas, hagamos nuestra la pregunta y exigencia de Osorio: “¿Cuánto tiempo tenemos que esperar para que la justicia llegue para todas y cada una de las mujeres que fueron asesinadas en este país?”.