Los papalotes fueron creados por el artista plástico Francisco Toledo con la ayuda de trabajadores del Taller Arte y Papel de San Agustín Etla. Fueron su forma de exigir justicia por los estudiantes desaparecidos en Iguala y de abrazar en la distancia a sus familiares. Si se les busca bajo tierra, también hay que buscarlos en los aires. Confío en que sigan con vida, explicó sobre el sentido de su creación.
Su solidaridad con Ayotzinapa no fue un hecho aislado, sino parte de la misión que se propuso para su vida. Fue el mejor defensor de los pueblos de su estado natal. De la lucha contra la instalación de un McDonald’s en el centro histórico de Oaxaca a su oposición al maíz transgénico, de su rechazo al Tren Maya a la comprensión y el apoyo a los pueblos de Los Loxichas salvajemente reprimidos, de su acompañamiento a las protestas de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO), a su resistencia a la construcción del centro de la antigua Antequera, en su biografía se cruzan arte y defensa de las mejores causas de la humanidad.
Creador singular reconocido mundialmente, fue a un tiempo impresor, dibujante, pintor, grabador, escultor y ceramista. Su estética reinventó y refinó la de su pueblo. Sacó del esnobismo cultural y la pedantería a las artes plásticas. Puso fin al divorcio existente entre pintura moderna mexicana y causas sociales. Llevó la gráfica a las comunidades, fuera de galerías y museos, para ponerlas en contacto directo con la gente sencilla, a nivel de sus ojos y sus manos. Artista altruista y comprometido, Toledo patrocinó con su obra (y con el llamado a que otros pintores se sumaran a la causa) la fundación de La Jornada. Su generosidad y compromiso hizo posible que este diario viera la luz y que sorteara algunas de las más enconadas tormentas que ha debido enfrentar.