Las han llamado de muchas formas: rastreadoras, cavadoras, buscadoras. Son esas mujeres (madres, hijas, esposas y hermanas de desa-parecidos) que ante la ausencia, indolencia y corrupción
de las autoridades han emprendido sus propios procesos de investigación, búsqueda, exhumación e identificación de restos.
Han recorrido el país buscando a los suyos y a miles más, vivos o en fosas clandestinas, donde sea. Han demandado que los cuerpos hallados sean identificados; han logrado devolver la identidad
a decenas y que sean devueltos a sus familiares.
Destapar una fosa clandestina representa sacar a esa persona de la oscuridad, hacer que vea de nuevo la luz. Recibimos cada resto con amor, porque lo último que esa persona vivió fue el terror. Lograr su identificación es restaurarle la identidad y sus vínculos familiares, darle el derecho de ser despedido dignamente
, expresa Díaz, quien desde 2013 busca a su hijo desaparecido en Veracruz. Su colectivo descubrió la narcofosa más grande del país: Colinas de Santa Fe, con más de 14 mil restos óseos.
*Con información de La Jornada