Los 25 informes de Tlachinollan muestran la compleja dialéctica existente entre los procesos de autoorganización popular en el estado (en la Montaña y Costa Chica preponderantemente a cargo de pueblos originarios y afrodescendientes) y la represión gubernamental. La violencia oficial ha logrado contener, fracturar y (en algunos casos) extinguir la lucha, pero no ha podido arrancar de raíz la resistencia.
Los 25 informes anuales de Tlachinollan son, también, testimonio vivo de la apuesta de un grupo de hombres y mujeres, encabezados por el antropólogo Abel Barrera, por conjurar la maldición del eterno retorno de los ciclos de resistencia-represión-insurgencia y militarización. El centro de derechos humanos ha buscado transformar la naturaleza de la confrontación político-social en la entidad a través de la promoción y defensa de los derechos humanos y de un esquema de intermediación nada neutral, que toma explícitamente partido por los de abajo.
Hacia el futuro, los retos en la defensa de los derechos humanos son enormes. En su último informe, Tlachinollan advierte: Del nuevo gobierno depende que los pueblos indígenas se incorporen a esta Cuarta Transformación, siempre y cuando sean tomados en cuenta como sujetos de derecho y no como simples seres que son utilizados por los gobiernos para justificar su proyecto político, por encima de las demandas de justicia y trato igualitario. La historia que han escrito desde hace siglos está íntimamente vinculada con la defensa de su territorio y su organización autónoma. Lo han hecho en todo momento a costa de su vida
. Más claro, imposible.