Mientras una inusual ola de calor recorre Europa y los termómetros registran temperaturas récord en ciudades como París, Viena, Luxemburgo o Bruselas, México se aferra cada vez más a los combustibles fósiles. Temperaturas extremas -positivas o negativas-, y olas de calor cada vez más frecuentes y severas en lugares antes impensables es una de las formas en que se manifiesta y nos afecta el cambio climático.
México, en vez de estimular el consumo de combustibles fósiles aumentando producción y refinación de petróleo, debería darle prioridad a las formas de maximizar el uso eficiente de la energía (en el sector eléctrico y de transporte) y al despliegue de las fuentes renovables, limpias y seguras que podría satisfacer casi el 100% de las necesidades de energéticas de México. Y es aquí donde la propuesta de una nueva refinería en Dos Bocas debería detonar el debate sobre la visión de política energética de México hacia el 2050 y que debe ser compatible con la emergencia climática que enfrenta la humanidad.
La discusión en torno a la construcción de una nueva refinería en Dos Bocas no debe abstraerse del contexto de emergencia climática. Más allá de los impactos al medio ambiente que todo proyecto de infraestructura conlleva, en Dos Bocas se sintetiza una visión de política energética equivocada y una oportunidad de transformación real y duradera -histórica y revolucionaria- desperdiciada.
Que la MIA o el EIA no vinculen la refinería de Dos Bocas a los compromisos que México asumió como parte del Acuerdo de París es una forma pasiva -y alta en significado- de negar el cambio climático y al hecho de que México es una país vulnerable a sus impactos, sobre todo aquellas comunidades, poblaciones y sectores socioeconómicos más desprotegidos.
Pero la emergencia climática parece no haber llegado aún a la 4T. Quizás haya otros datos…