El giro en materia migratoria de la Cuarta Transformación nos regresa a los niveles vergonzosos de una política errática y de cumplimiento de directrices dictadas desde Estados Unidos (EU), como ocurre a la mayoría de los países de América Central. Como lo veamos, hay un fuerte golpe al derecho mexicano en materia migratoria y a los acuerdos internacionales suscritos por el Estado.
La política de disuasión de la migración centroamericana en la última etapa de Vicente Fox, pero más marcadamente en el sexenio de Felipe Calderón, consistió en entregar a los migrantes al crimen organizado, preponderantemente Los Zetas. Esta política no tuvo variaciones significativas con Enrique Peña Nieto.
Mediante el secuestro las mafias del crimen se hicieron de ganancias de la prostitución, de rescates por los indocumentados y de elementos jóvenes para entrenarlos como sicarios y contrabandistas.
Como organizaciones masivas, las caravanas de 2018 inauguraron otra metodología para el traslado de poblaciones, podemos decir a gran escala, aunque en años anteriores se habían experimentado caravanas menores. Esto rompió de momento una de las columnas estructurales del sistema migratorio impuesto por EU y la política mexicana: la alianza del crimen organizado y la delincuencia grupal con los cuerpos de seguridad, señaladamente el Instituto Nacional de Migración y la Policía Federal, más las policías estatales y municipales.
Los acuerdos de los que apenas se conoce una parte, entre el gobierno de López Obrador y el de Trump, regresan la migración al nivel de la situación de ignominia anterior que parecía impensable dentro de un régimen que intenta transformar el país. El riesgo es que a partir de allí los migrantes vuelven a quedar a la deriva, en manos de un cuerpo de policía migratoria que no ha sido depurado en su mayoría y con la tentación de un campo de ganancias sin mayores riesgos. Además, el Estado ha cedido en un punto clave que podría dejarlo a merced de los caprichos de Washington o de oscuros intereses operando en Centroamérica. Por eso resulta insultante la pregunta del canciller de que si hay otra manera de negociar
que se la hagan ver. Si se sumerge en la historia de nuestra diplomacia, hallará ejemplos por cientos. Sí, sí hay muchas maneras de tratar con los estadunidenses, así sean de la ralea que hoy gobierna esa nación, pero todas pasan por no mostrarse sumisos y manteniendo alerta al pueblo.