La crisis era, políticamente, sencilla de solucionar, solo se podría complicar por un asunto de principios. Y algunos de nosotros, confundidos, creíamos que sí importaban.
Al final de cuentas, la mayoría de los mexicanos, los votantes mexicanos, como los estadunidenses o los ingleses o los europeos, no tiene el menor interés en migrantes de países en crisis.
En todo el mundo, la defensa de los derechos humanos de los migrantes ha sido un asunto siempre cuesta arriba, no hay rédito político —electoral— alguno.
¿Aranceles y crisis económica o que se jodan los migrantes? Pues ya está.
Que los perseguidores de migrantes serán militares con uniforme de Guardia Nacional, que los migrantes pasarán años ya veremos en qué condiciones esperando un procedimiento de asilo en otro país, y que el Presidente haya decidido celebrarlo con dos representantes de Iglesias solo completa el cuadro.
El fin de semana, Laura García Coudurier, directora de Fondo Semillas, hace muchos años trabajando con grupos vulnerables en todo el país escribió en Twitter con precisión; «Un Estado que a la primera complicación viola los derechos humanos de un grupo vulnerable terminará violando todos los derechos humanos de todos. La defensa y protección de los derechos humanos nunca pueden sujetarse a cálculos políticos ni son bienes intercambiables. ¿En serio estamos ahí?» Todo indica que sí, Laura.