Siguen llegando de a 20 o 40 personas por grupo, que han caminado desde Mapastepec. Esta caravana que se deshilvanó, señalan los observadores, es la primera a la que realmente hacen caminar, para reventarla
. A este paso, les llevaría meses llegar a su destino, la frontera norte, pero ya nadie está para ayudarles. Ni agua nos quieren dar
se queja un muchacho. Hondureño, por supuesto. El clamoroso éxito mediático y de solidaridad que tuvieron las primeras caravanas desde octubre ya se disipó, esta gente lleva semanas caminando, y nada indica que podrán avanzar mucho mediante el ferrocarril.
Chiapas comienza a parecer un territorio sellado
. A la vez que se anuncian visas temporales para salvadoreños y hondureños (los guatemaltecos ya las tenían), una nueva frontera interior está naciendo. Los límites de Chiapas y Oaxaca apuntan para convertirse en un valladar. En el futuro inminente salir de esta entidad será más difícil que llegar a ella y atravesarla. Quienes opten por no retornar a su país de origen quedarán atrapados en Chiapas. Esto hace más dramática aún la situación para las miles de personas que huyen de su tierra. O como ocurrió ya en la frontera norte, al aumentar los obstáculos, los migrantes podrían optar por rutas más peligrosas. Si en el norte son los desiertos, aquí serían bosques y selvas en grandes distancias.
Entre el fatalismo y la esperanza, Omar dice en voz muy alta: A mí no hay manera de que me regresen a Honduras, el peligro es muy grande. Y muchos tenemos miedo de que nos alcancen aquí nuestros perseguidores
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