2018 fue el año más violento de la historia reciente de México. ¿Cómo lo sabemos? La respuesta es más compleja de lo que podríamos pensar. Existen dos fuentes principales de datos que contabilizan homicidios en el país: los datos de mortalidad publicados por el INEGI, que tienen como fuente registros administrativos (como certificados de defunción) y cuya unidad de observación son personas registradas muertas; y los datos que el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, dependiente de la Secretaría de Gobernación, publica. Estos se nutren de información reportada por Fiscalías y Procuradurías estatales, es decir, datos que tienen como unidad de observación investigaciones abiertas. El SESNSP publica dos series distintas: una de incidencia delictiva, es decir el número de investigaciones abiertas cada mes y el total de víctimas contenidas en estas investigaciones abiertas.
Al tener diferentes unidades de observación es obvio que las dos fuentes y tres series tengan cifras distintas, es decir, que no empaten en magnitud, sin embargo, sí coincidan en la tendencia.
A la pregunta de qué datos usar la respuesta es “los mejores que tengamos para medir lo que nos interese”. Si bien los datos del INEGI son más precisos que los datos del SESNSP, estos últimos son los únicos datos oficiales no preliminares que tenemos para medir la violencia en lo que va del 2019 (y del 2018).