“Me siento más criminalizada aquí que en el penal”. Son las palabras que Josefina expresó sobre su privación de la libertad dentro de una estación migratoria¹. Josefina de nacionalidad colombiana, fue víctima de la trata de personas y al mismo tiempo acusada injustamente de ser victimaria y tratante. Por tal motivo, estuvo presa durante 2 años en un penal.
Ella, quien venía a México buscando una oportunidad de vida, pisó nuestro país sin saber que pasaría gran parte de su estancia siendo una sobreviviente del encierro. Para Josefina, esta situación de opresión se exacerbó ya que luego de ser absuelta por el crimen que nunca cometió, fue enviada inmediatamente a la estación migratoria por el simple hecho de ser extranjera y no contar con documento migratorio, el cual, tuvo que haber obtenido desde un inicio al ser víctima de un delito.
A pesar de haber estado en un penal injustificadamente, las condiciones de la estación migratoria representaron para ella el desbalance significativo en su bienestar emocional, comentando que en el entorno del penal era mucho más libre porque tenía la oportunidad de respirar, de leer y de convivir, lo cual, en la estación migratoria fue imposible. Además de simbolizar los vacíos de un sistema que no detecta oportunamente las necesidades específicas de cada persona, el caso de Josefina permite ilustrar las similitudes entre el sistema penitenciario y la detención migratoria abriendo espacios para cuestionarnos cómo más personas como Josefina podrán recuperar la confianza en un sistema que falla no sólo una, sino dos veces y en el cual, para muchos, migrar se convierte en un símbolo de criminalización