A raíz del levantamiento armado zapatista, el Frayba cambió su tarea, los pueblos indios habían tomado la palabra, eran escuchados y denunciaban las graves situaciones de violaciones a los derechos humanos que vivían. Era un tiempo tormentoso, pero lleno de esperanza. Así el Frayba primero acompañó el proceso de mediación y después devino un acompañante de los pueblos, conjugando su voz y su acción con ellos. Sin embargo, la guerra de baja intensidad ordenada por Ernesto Zedillo e implementada entre otros por el difunto general Renán Castillo, hicieron del acompañamiento un trabajo peligroso. Se atravesaron situaciones muy dramáticas como Acteal, Nixtalucum, la Zona Norte, la expulsión de extranjeros solidarios, entre otras. Después vendrán otras etapas no menos difíciles y no menos apasionantes. El Frayba se convirtió en reserva crítica ante las euforias de transición y de cambios fatuos. Así como también en articulador de oposiciones frente a los proyectos de muerte, como el de la minería. El FrayBa no nació ni creció solo; nace acompañado de muchas otras organizaciones de la así llamada sociedad civil tanto locales como nacionales. Pienso particularmente en Desmi, en la Codimuj, en el Centro de Derechos Humanos de la Mujer. Conjuga su labor con redes más amplias, con colectivos solidarios, con instancias internacionales que han resistido creativamente. Hoy, el centro es una fuente confiable de la memoria de este periodo de la historia de los pueblos; allá en el sureste del país, donde la dignidad impera por encima de las necesidades.
Celebramos y felicitamos a los actuales miembros del Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de Las Casas
por mantener firme la defensa del derecho del pobre, del migrante y de los pueblos indios. Nos unimos al recuerdo de lo que significan 30 años de trabajo.